viernes, 7 de diciembre de 2012

Rurru*

Rurru me dice de vez en cuando cómo se siente. Cuando algo le afecta demasiado simplemente se da la vuelta, cara a la pared y se pone a dormir para no llorar. Cuando está cansado me mira con sus ojitos tristes y me dice ¡Bah! ¡Bah!, tratando de parecer fuerte. Pero sabe que no me engaña, que lo conozco demasiado bien.
Rurru es terrible. Se equivoca demasiado y tropieza fácilmente. Habla mucho de perder el norte y nunca encontrarlo. A veces me pregunto si alguna vez lo tuvo, o si nació con él. Sospechamos que no. Y cuando Rurru cierra los ojos porque no puede más, tengo que intervenir. Me siento a su lado y le pregunto, intento hacer que decida, que piense sus opciones, pero Rurru tiene una nube en la cabeza y sólo dice ¡Bah!
A pesar de todo, Rurru sabe que por mucho que se equivoque e intente cambiar, no podrá contentar a los demás. Por eso tiene claro que nunca podrá mentir y negar esa parte que le hace ser como es. Nadie conseguirá evitar que las cosas le afecten, para bien o para mal, y que no actúe acorde a lo que siente. Por eso Rurru es fuerte, porque tiene esperanzas, porque sigue adelante, porque se empeña en que mañana será otro día, un día mejor. Y si por la noche Rurru está en la cama, acurrucado y encogido sobre sí mismo, harto del mundo, sabe que un día de los que vienen a continuación de éste, tienen que ser diferentes y que él tendrá que levantarse. Para Rurru, la palabra "futuro" a veces significa miedo, pero otras significa "¿qué ocurrirá?" y esa mezcla de miedo e incertidumbre son las bases de sus pasitos y su curiosidad. 

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