miércoles, 5 de diciembre de 2012

14 de Noviembre de 2008

Entre un montón de sábanas blancas de olor dulce y duradero, junto a una ventana que da contra la torre Eiffel, me despierto en esta cama junto a ti. 
Puedo tener tan sólo 17 años pero ya sé lo que es sentir el amor; puede que no sea el verdadero, pero sí el primero. Quizá el segundo, ¿o al revés? 
Me giro y te miro, aún durmiendo dulces sueños, respirando tranquilo. Parece haberse detenido el tiempo en esta habitación y no me importa, porque es precisamente lo que quiero. Y si pudiera tenerte a mi lado por siempre y aquí, por supuesto que me quedaría. 

Me levanto y voy hacia la ventana. Aún estoy desnuda y no me importa que algún parisino o turista madrugador me vea. Aquí soy libre, aquí puedo ser yo...O quien yo quiera ser. Todavía no ha terminado de amanercer y el cielo es azul, azul oscuro y frío, ¡tan, tan hermoso! 
Noto el frío en mi cuerpo, penetrándome; se me pone la piel de gallina y se endurecen mis pezones, pero continúo mirando afuera. 
París despierta y la gente comienza el día, bienvenidos a una rutina a la que yo soy ajena. Oigo un pequeño movimiento a mis espaldas, un suspiro y te veo de nuevo. Ya es de día, pero el cielo aparece frío. Frío el que yo tengo, pero no dentro de mí... 


Me tumbo junto a ti, mirándote. Te miro, te miro y te miro, pensando que no hay nada más hermoso y maravilloso que esto en el mundo, esta magia, esta confianza... 
Sueño que me pierdo otra vez contigo, en este mundo que nunca antes había pisado y tan sólo pido que no se acabe. La felicidad es inmensa y quiero disfrutar de ella mientras pueda. 
Acaricio tu mejilla mientras duermes, plácidamente, respirando con toda la tranquilidad y calma que se te pueda otorgar. Y pareces tan feliz...Y todo es grande pero pequeño, simple pero hermoso... 

Al fin despiertas y yo sonrío, a penas parpadeas, me miras y sonríes con esa sonrisa que me enamoró. 
-Buenos días...-dices. Y yo me vuelvo loca otra vez. Me abrazas, me besas y no me sueltas. Acaricio tu pecho, juego con el piercing de tu pezón y me pierdo en tus ojos verdes, deseando que esto dure eternamente. 
Sigues abrazando mi cuerpo, acariciándome y me besas, de tantas maneras...Como a mí me gusta; como a ti te gusta. ¿Podemos quedarnos aquí para siempre? 
-Ojalá...-respondes.- Pero podemos volver algún día. 
Te miro a los ojos y vuelves a besarme, hasta que el ardor se apaga y volvemos a quedarnos dormidos y abrazados, en este París lejano, en un sueño vivido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario